viernes, 9 de noviembre de 2007

LA PRIMERA Y EN NY

Por Santiago Gambín.


De antemano, pondré a todo el mundo en antecedentes. Hasta hace un mes y medio, mi mejor tiempo en media –he corrido nueve- era de 1:56, conseguido en mayo de 2006. Esas tenía cuando en mayo de este año, al segundo intento, me aceptaron en el maratón de NY. En ese momento, mi única intención era acabarlo dignamente, entendiendo por dignamente estar sobre las 4 horas y 15 ó 4 horas y 30 minutos máximo.
A partir de ahí empecé un entrenamiento, más de cinco meses, con un plan bajado de internet, del mismo preparador, Hal Higdon, que había seguido para preparar la primera media maratón que corrí –hace dos años, Benidorm-, y que me fue muy bien. Lo he seguido casi al pie de la letra, y sólo le añadí un día de series que cogí de otro plan. Con eso, bajé a 1:52 en la media de Lorca, 8 semanas antes del maratón, y hasta 1:47:29 en Petrer, 3 semanas antes. Tal vez me confié demasiado, viendo este tiempo, y le perdí respeto a la carrera. Porque empecé a pensar que seguro haría menos de 4 horas. Incluso, en mis momentos más eufóricas, me veía en 3:50.
En esas, me voy para NY. Lo primero que noto es que no estoy igual de preparado que para otras carreras. Nunca he sido nervioso, ni en carreras ni en nada, pero es que, esta vez, con el viaje y la ciudad, es que ni se me ha ocurrido en los últimos diez días pensar en la carrera. Parece que voy de turismo a NY y, de paso, a correr el maratón, en lugar de, como realmente era, al revés. Así que el domingo, cuando me levanto para ir a correr (a las 5 de la mañana, hora local, pero a las 10, hora de España), me doy cuenta de que voy a correr mi primer maratón, y también noto que he seguido mi rutina habitual. No he comido sólo pasta el día antes, no me he hidratado lo suficiente. El día anterior me pegué una paliza a andar. No es que me parezca bien o mal –de hecho, no se va a NY todos los días, y hay que aprovechar-, sólo lo constato. A pesar de lo cual, no modifico mi optimista previsión inicial.
A las 5 y media quedo con dos compañeros del foro de carreraspopulares.com y nos vamos en metro al ferry de Staten Island. El metro iba lleno de corredores, y parecía más un funeral que el momento antes de la carrera. Llegamos al ferry de Staten Island y cogemos un buen sitio, sentados a babor (como recomendaba Florentino Fernández) para poder ver la Estatua de la Libertad y Ellis Island. Pasamos por delante de ambos. Después de sentarnos pensamos que a lo mejor otros nos taparán la vista y nos vamos a pegarnos a la ventana, sentándonos en el suelo. Bien pegaditos al radiador, apoyando la espalda en él, que todavía tengo la marca en los riñones. Del ferry al autobús. Ya se veía que iba a hacer un día espléndido, cielo azul, sol, sin mucho viento –no como el sábado, que hizo mucho frío, viento, tiempo nublado-. Llegamos a la zona de salida. Ahí ya me voy luego yo por mi lado, que tengo dorsal verde, y ellos por el suyo (cada dorsal tiene una zona en la salida asignada, diferente según el color). Aunque, según me dijeron luego, acabaron pasándose a la zona verde, y corrieron por allí.
Esto era poco después de las 7 de la mañana y, como la salida se preveía a las 10, me quedaban tres horas por delante para dar vueltas por allí. No había mucho que ver ni que hacer. Puestos de bagels –una especie de donuts de pan empalagosos e insípidos-, puestos de café, de gatorade, agua gratis. El caso es que, como me aburro, pues pruebo de todo un poco. Primer gran error. Enorme error. Me bebo dos cafés, de los que hacen los americanos, largos y aguados –yo que nunca bebo café antes de las carreras-, dos botellas de agua de medio litro, 6 ó 7 vasos de gatorade y me como un bagel. Consecuencia: seis viajes para aguas menores y uno para aguas mayores (yo que ya salía servido del hotel) en la hora antes de salir. Y lo que me quedaba.
La salida, en cada color de dorsal, depende del número de dorsal, que a su vez está establecido por tiempos: antes de la carrera has de introducir tu estimación de finalización y te ponen con los de tu tiempo, en "corrals". Primero salen los que van a menos tiempos y, a partir de ahí, progresivamente, en grupos de 1000 corredores, más o menos, y sucesivamente, hasta que salen al final los que prevén una finalización a más tiempo. En teoría, todo muy bien organizado. En la práctica, es más caótico pero, teniendo en cuenta que salen más de 37000 personas, parece difícil tenerlo mejor organizado.
Oímos el cañonazo de la salida a las 10 y 10 y, a partir de ahí, intuimos la salida progresiva. Pero esta salida se retrasa más de lo previsto debido a las obras en el nivel inferior del puente de Verrazano. Los dorsales azules y naranja salen por encima del puente, uno por cada sentido de circulación, y los verdes por debajo. Con la mala suerte de que el nivel inferior está en obras y, en vez de salir a todo lo ancho del puente, se sale por las acercas laterales de un sentido de circulación, con lo que la salida es mucho más lenta que para el resto de dorsales. Cuando paso por el arco de salida marca 27 minutos de carrera, cuando la previsión según la organización es que los de mi dorsal (17191) pasaran a los 9 minutos.
El caso es que, tanto tiempo enjaulado, salgo con muchas ganas. Y me voy a marcar el ritmo que, de antemano, quería, de 5:30 el km. No puede comprobarlo inmediatamente porque el GPS me pierde la señal por debajo del puente, y de los primeros 3 kms se come casi 700 metros (al final de la carrera fue recuperando la diferencia y me clavó la distancia). Pero el crono funciona y, como sé que 5:40 el km son 9:09 la milla, voy tranquilo sabiendo que por debajo de 9 minutos la milla voy bien para bajar de 4 horas. Los primeros 8 kms no hay problema, voy a 5:30. El recorrido es propio para el dorsal verde, diferente en trazada al de los dorsales azules y naranjas, y corro con gente que va al mismo ritmo que yo. Mi calvario empieza a partir del km 8, cuando el recorrido para los tres colores de dorsal es el mismo. Es en la 4th Avenue, de Brooklyn. Ahí cometo mi segundo gran error. Me da la impresión de que la zona de la izquierda (los carriles de un lado de la circulación) están más despejados que los de la derecha, que es por donde yo voy, y me cambio. Creyendo que el trazado era común para los tres colores, ya que no había separación entre un trazado y otro. Pero no lo era. Me doy cuenta al final de la Avenida, donde compruebo que voy por el trazado que ocupo es el del dorsal naranja, que no es exactamente igual, y me toca rodear un parque por un lugar diferente al otro sentido de la circulación, haciendo más o menos 200 metros más.
Realmente, no fue esta la peor consecuencia de haberme cambiado de carril. Lo que realmente me frustró fue que, al cambiar de trazado, me metí entre los que iban a 5:30 ó a 6:00 horas, que habían salido mucho antes que yo, al ir por la parte de arriba del puente, y a los que tuve que ir sorteando. Irracionalmente, me frustró enormemente tener que ir haciendo eses, parando, esprintando cuando veía un hueco delante. Fue una cosa un poco estúpida, lo reconozco, pero me veía con buen ritmo, corriendo bien, y me cabreaba enormemente ver a gente ya, a los 8 kms, andando. El caso es que al paso por el km 10 ya iba a 5:35, y, hasta llegar a Manhattan, el atasco no menguaba. Pensar en la sensación de correr en una manifestación, de correr en el sentido de la marcha, pero por los huecos que deja la gente.
El paso por Brooklyn fue así, incluso con calles peores, de sólo dos carriles, en los que literalmente no cabíamos todos los que íbamos. Ese fue el peor rato, peor incluso que cuando al final me hundí moderadamente, porque al final veía que no podía más, pero a la hora de carrera yo iba muy fresco, y sentía que no podía coger el ritmo nunca. El paso por los 15 km ya se fue a los 5:38 y los 20 km y la media fueron a 5:40 totales (los parciales de cada 5 km eran de 5:45 y 5:50). El paso por la media ya fue a dos horas clavadas, y ya empecé a darme cuenta de que no iba a poder bajar de cuatro horas. Y eso aumentó mi cabreo, ya que no notaba que podría perfectamente haber hecho el paso por la media en 5 ó 6 minutos menos sin mucho más esfuerzo que el que ya había hecho.
Además de la desagradable sensación de ir meándome toda la carrera, hasta que en el km 18 me salí a evacuar. Es una cosa que nunca me había pasado. Nunca he corrido con la vejiga llena, molestándome. Y, teniendo en cuenta lo burro que había sido bebiendo tanto antes de la carrera, todavía podría haberme molestado más. El caso es que, cuando vi que no podía más, paré a mear. Seguramente, debería haberlo hecho antes.
Hasta que lo hice apenas bebí en los avituallamientos, que es otra de las cosas que menos me gustó. Son dos barras largas, con 50 personas a cada lado, que daban agua y gatorade. La gente, normalmente, se para a beber, no pasan, cogen el vaso y siguen. Con lo que, si la calle no es muy ancha, como los avituallamientos está uno enfrente del otro, al final es muy difícil pasar sorteando gente. Además, no los conté pero yo juraría que había uno cada milla, no menos de 20 avituallamientos en la carrera, lo que también me parece excesivo, ya que también contribuyen a hacer el tránsito más complicado.
A partir de ahí llega el puente de Queensboro, que además de muy duro, también estaba congestionado. Y salimos a la primera Avenida, en Manhattan. Tal y como me habían contado, espectacular. Ves, hasta donde se te pierde la vista, las dos aceras abarrotadas de gente, y la avenida llena de corredores. Es muy bonito. Y la carrera se despeja. Así que, con vía libre, intenté recuperar el tiempo en que me había desviado de mis previsiones. Pero ahí ya empecé a notar flaquearme las fuerzas. En el km 28 noté rampas en el cuádriceps derecho y ya no quise forzar más. Tampoco hubiera podido. Hice el último intento en el puente que cruza de Manhattan al Bronx, cuando ví que pasaba un grupo siguiendo a lo que llaman un "pace leader", que marcaban un tiempo de 4 horas, pero no pude seguir el ritmo más de 200 metros, me volvían las rampas y no me quedaban fuerzas.
Cuando, después de un breve paso por el Bronx, volvimos a Manhattan, fue todavía más duro. Después de callejear un poco se llega a Central Park East, que es la Quinta Avenida cuando bordea el parque, y son más o menos 3 km que no dejan de picar para arriba. De ahí se entra a Central Park, antes de pasar por el Metropolitan, y se hacen 4 km por dentro del parque. Con continuos toboganes. Ahí ya iba echando el bofe, mi única obsesión era no pararme, no dejar de mover las piernas. Sólo me animaba un pensamiento: antes o después, esto acabará. Sólo tengo que aguantar un rato más y esto terminará, y podré irme al hotel, y ducharme, y descansar. Esto acabará. Los últimos 12 km los hice en una hora y 26 minutos, a casi 6:30 el km, y los dos últimos a 7:00. Afortunadamente, no terminé de abrirme de piernas del todo, y más o menos mantuve el tipo.
Acabé en 4:15:16, marca que, nada más terminar me pareció tristísima, porque creía que podía haberla bajado. Ahora, varios días después, empiezo a no enfadarme cuando veo el tiempo, y ya tomo en consideración que, teniendo en cuenta todos los errores que cometí, lo duro que era el recorrido, que en muchos ratos de la carrera no pude correr todo lo que podía en ese momento y, sobre todo, que fue mi primer maratón, ya no la veo con tanta rabia. Realmente, me hubiera sido casi imposible bajar de cuatro horas.
La llegada no fue el final. Cuando terminas sigues en otro embotellamiento, 500 metros más a paso de tortuga, que tardé más de media hora en recorrer. Allí te ponen la medalla, te dan un plástico para el frío (aunque empezamos con sol, a media carrera se nubló y, al final, pasé bastante frío) y te vas hacia tu punto de salida, según tu apellido.
Luego, como la zona está cortada, no pude coger un taxi y me tuve que ir andando al hotel. No estaba muy lejos, apenas 15 minutos andando, pero ya me dolía todo y llegué machacado.
Pero ya se me ha pasado, y ahora sólo pienso en cuál será la siguiente.

2 comentarios:

SUI IURIS dijo...

Pues yo creo que es bueno quedarse con un puntillo de insatisfacción. Es una forma de autopique para ir a hacerlo mejor a la próxima. Lo importante es que lo has conseguido y, según dice José Antonio, el Cocinas, la segunda es la que te hace maratoniano.
Tenemos que hablar un día de éstos con López, que lleva 26. A él le tiene que haber pasado de todos los colores ... Y otro que conozco y que también nos podría contar largo y tendido es Antonio el Exiliado (del Club Marathón Cartagena), quien espero que ya esté de vuelta de la maratón de Antenas. MI ENHORABUENA YA LA TIENES SANTI. Espero algún día poder acompañarte en los 42.195. De momento me voy a la media de Benidorm en dos semanas. Cuando empieces a preparar la próxima (me has dicho Berlín 2008?) dame un toque por si ...

Anónimo dijo...

Enhorabuena Santiago.¡Eres un valiente! Si debutas en Nueva York ¿donde vas a tomar la alternativa?.
Tu relato es magnífico y contagias unas impresiones y emociones que nos son "familiares" a cualquier maratoniano. Espero que hayas quedado completamente enganchado....y si te animas a venir a Sevilla en febrero podrás hacer una gran marca.En cualquier maraton de las "pequeñas" :Donosti, Valencia, Sevilla, ....puedes disfrutar de buenos recorridos sin esa "bulla de gente".Un abrazo Antonio Vera "exi"